LA ZONA DEL SILENCIO
Inicialmente los ingenieros en
White Sands y Green River estimaron que el misil habría caído en un área en el
remoto desierto chihuahuense limítrofe con Coahuila, una zona desértica poco
habitada. Nuevos parámetros de telemetría delimitaron el rango con mayor
precisión y mucho más lejos de lo inicialmente previsto: unas 500 millas (800
Km) al sur de la frontera, en la confluencia de los estados Chihuahua, Durango
y Coahuila, llamada “Vértice del Trino”.
Un obelisco metálico en el Vértice del Trino marca la confluencia de Coahuila, Durango y Chihuahua |
La región, que hoy llamamos Zona
del Silencio, por aquellas fechas ya era conocida así aunque el nombre no había
sido muy divulgado. En 1966 el Ingeniero Harry de la Peña y su equipo se encontraba
explorando la zona para Petróleos Mexicanos (PEMEX), pues se planeaba la
construcción de un oleoducto a Jiménez, Chihuahua.
Harry de la Peña |
Dadas las horribles condiciones
que ofrece el desierto a aquellos que se atreven a vagar por él, es necesario tener
un medio de comunicación, De la Peña portaba consigo un radio, cuando de pronto
descubrió que no podía recibir o emitir señales con el aparato en cierto punto
geográfico: un silencio radial. Presuntamente el lugar era una represa de
tierra conocida como “El Tapado”, ubicado al este del Cerro de San Ignacio, una
montaña solitaria que es el lugar de referencia más prominente de la región. A
su regreso llamó a este punto “la zona del silencio”, así sin más. En los años
siguientes, tanto antes como después del incidente Athena, De la Peña realizó
varias excursiones con diversos equipos de radio para reproducir el fenómeno, y
lo logró en varias ocasiones en diversos puntos, pero nunca dos veces en el
mismo lugar, alegando que la zona en realidad solía cambiar de posición
erráticamente. No obstante, tales “demostraciones” no sobreviven al rigor
científico actual, pues siguen siendo una serie de meros casos anecdóticos y no
verdaderos experimentos controlados. No parece además, que alguna vez haya
llevado consigo un magnetómetro para comprobar las supuestas anomalías de la
zona.
CAIDA Y BUSQUEDA
Eran casi las 4 de la mañana del
11 de julio de 1970, hora local, unos 10-15 minutos habrían pasado desde que el
V123D Athena fue lanzado, los pobladores de localidades como Móhovano, La Flor,
Estación Carrillo, Ceballos, Glorias de Quintero, entre otras en la confluencia
de los 3 estados, despertaron al escuchar un súbito estruendo. Se trata de
poblaciones que en su mayoría no pasan de los 50 habitantes.
Antonio Muñoz trabajaba en el
desolado ranchito Las Glorias de Quintero, a esa hora se encontraba regando
unas parcelas, cuando observó en dirección al este una llamarada rojiza que se
precipitaba a Tierra, estimó que cayó a unos 30 km al sureste de donde él
estaba, el extraño objeto rebotó en una ocasión y siguió emitiendo un resplandor
durante varios segundos luego de detenerse. Un granjero en otro rancho cercano
estalló en cólera pues supuso que alguien andaba asustando a su ganado y éste
huyó de sus corrales. Historias de todo tipo empezarían a circular por esos desolados pueblos en los días
siguientes, algunas tan fantasiosas como la caída de un ángel, o la llegada de
los jinetes del apocalipsis.
Antonio Muñoz señala hacia el sitio donde cayó la bola de fuego. Foto de la Hemeroteca de El Siglo de Torreón |
El gobierno estadounidense dio
aviso a su contraparte mexicana, a la vez que el Consejero de Seguridad
Nacional, Henry Kissinger, ponía al tanto al Presidente Richard Nixon. Las
negociaciones diplomáticas con México acordaron la entrada de un equipo para la
búsqueda de los restos, se decidió que el equipo, al mando de Carlos Bustamante,
el Mayor Julian Salas y el Lt. Cor. Lowell Knight, estableciera su base de operaciones
en las ciudades de Gómez Palacio y Torreón, desde donde era más fácil y rápido
acceder a la zona donde se estimaba había caído el Athena.
Memorándum parcialmente desclasificado y mapa anexo, enviados por Kissinger a Richard Nixon |
El equipo fletó dos aviones para
trasladarse al Aeropuerto de Torreón el 16 de julio, esperaban tener todo listo
y empezar la búsqueda el día 20, aunque la prensa norteamericana citó que en 24
horas se recuperaría el aparato. La realidad es que el equipo sabía que les
podía tomar semanas o meses: la cápsula del Athena apenas medía unos 20
centímetros de largo por un grosor del tamaño de una moneda, buscar eso en el
desierto era equivalente a buscar la aguja en el pajar.
Personal estadounidense a su llegada a Torreon. Foto: La Opinión |
El equipo de Bustamante se hospedó
en el Hotel Río Nazas de Torreón y se reunió con un equipo mexicano que
colaboraría en las labores de búsqueda, el cual constaba de dos oficiales del
Ejército Mexicano y un par de ingenieros: J. Bustamante y Manuel Vázquez Boreto
(o Borlett según las fuentes), de la Comisión Nacional de Energía Nuclear. Según
se cuenta, Carlos Bustamante sabía que los militares mexicanos hablaban inglés
y estaba harto de hacer las veces de traductor, además estaban muy reacios a
responder preguntas, así que les invitó unos tragos y logró ganarse su
confianza. Entre los locales que recibieron al grupo estaba Harry de la Peña,
quien tenía “experiencia” lidiando con la zona. Miguel Ángel Ruelas Talamantes,
conocido periodista local de El Siglo de Torreón, fue el único miembro de la
prensa en tener acceso cercano durante la operación.
En principio Bustamante afirmó
que la radiación emitida por las esferas de Cobalto-57 era mínima y la
exposición casual a la misma no causaba daños a la salud a menos que se ingiera,
inhale o manipule, sin embargo, como la noticia ya era de conocimiento
nacional, el ingeniero Vázquez Boreto declaró que el material era peligroso, lo
que encendió las alarmas. Luego tuvo que corregir su dicho a la vez que voceros
en Estados Unidos dijeron que sólo una exposición y manipulación prolongada del
material podía ser dañina, “si se carga en el bolsillo del pantalón por dos
semanas, causaría una quemadura severa”.
Los dos aviones que trajeron al
equipo empezaron a realizar vuelos con el fin de ubicar el sitio del impacto,
pero resultaban infructuosos, la ausencia de referencias visuales y mapas
adecuados no hacía sino dificultar el trabajo, la lluvia de esos días tampoco
ayudó, ya que además podía enmascarar el lugar de la caída. También aterrizaban
en caminos cercanos a los ejidos, donde entrevistaban a los pobladores en busca
de pistas.
Las pesquisas sin embargo resultaban infructuosas.
Brigadas de a pie fueron
organizadas en los días subsecuentes, comandadas por Jaime González y empleando
pobladores locales. El técnico norteamericano Frank Garza ayudó a establecer
las comunicaciones de radio entre los miembros del equipo, y curiosamente jamás
reportó tener problemas con las transmisiones. De las aeronaves estadounidenses
una tuvo que partir de regreso para trasladar a un miembro enfermo del equipo.
Quedaba solamente un avión a cargo del piloto George Koppmann. Las entrevistas
brindadas por los ejidatarios a El Siglo de Torreón, como el relato de Antonio
Muñoz, o las testimoniales de Felipe Silva e Inocente Vázquez, iban estrechando
el área de búsqueda: ahora era una zona de unos pocos kilómetros de extensión,
limitada al sur por el Cerro de San Ignacio, en terreno de Durango y al norte por la Laguna
de Palomas, ya en territorio chihuahuense. No obstante las pesquisas no rinden
frutos, además de que las escasas lluvias inutilizan los caminos.
Dos semanas han pasado desde que
el cohete se estrelló en algún punto que aún resultaba desconocido, por lo cual
se decidió echar mano de un avión especializado en detección de fuentes de
radiación en el suelo.
ACTUALIZACION 2022: Una serie de 3 videos con entrevistas a expertos locales y nacionales, con nuevas revelaciones, puede ser vista aquí:
Documental 2022: serie de 3 videos
Dr. Samuel Banda, me gustaría entrevistarlo en torno a su investigación de la Zona del Silencio. ovnigonzalez@hotmail.com
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