Hay un libro poco conocido entre aquellos que dedicamos parte de nuestro tiempo a leer y releer al Profesor Juan Ronaldo Raúl; se trata de una obra escrita por un paleontólogo ruso, en la que nos presenta la otra cara de la moneda: la historia de El Señor de los Anillos vista desde la perspectiva de los vencidos, el título de este libro es: Последний кольценосец, Posledniy kol'tsenosets, más conocido en inglés como The Last Ringbearer, o bien con la traducción que se le dio en español: El Último Anillo.
Hace algún tiempo oí hablar sobre este libro, y todas las reseñas que leí hablaban del ingenio del autor, Kiril Eskov (a veces traducido como Yeskov), quien apoyándose en un realismo cínico, presentaba una visión alterna al tradicional relato tolkeniano. Si bien es fácil encontrar el libro en español en la web, sucumbí al encanto de tenerlo en físico, pues me lo topé en una de las ferias del libro que se realizan en la tierra del amor entre primos, a.k.a. Monterrey hace unos meses, y apenas hace un par de días lo terminé.
Conviene hablar primero del tovarichi Eskov: para empezar, como ya comenté, es un biólogo y paleontólogo con una exitosa carrera en dichos campos, que a juzgar por algún ensayo de su autoría disponible en la red, no parece disfrutar de buena gana los mundos de ficción si éstos presentan algún mínimo rasgo de realismo, eso lo llevó a crear su primera obra literaria: El Evangelio Secreto, obra donde muestra a Jesús como el centro de una conspiración política entre diversas facciones religiosas y el Imperio Romano, resultando que la Pasión del Cristo no es más que una farsa, pero que por azares del destino, termina convirtiéndose en la fe predominante como la conocemos. Se segunda obra es El Último Anillo, de 1999, en la que juega con un principio parecido: el Anillo Único es una mentira, y la epopeya de los pueblos libres de la Tierra Media contra Sauron no es más que una farsa creada por los vencedores.
Entrando de lleno al libro, hay que decir que la versión que adquirí tiene por necesidad los nombres cambiados, puesto que hablar de personajes y localizaciones como Gandalf, Saruman, Aragorn, Faramir, la Tierra Media o Mordor, es claramente incurrir en violación a los derechos de autor, y eso haría que el Tolkien Estate se le lanzara a la yugular a la editorial Alamut, que fue la que tuvo la valentía de sacar esta obra en español, gracias a la traducción de un tal Fernando Otero Macías. No obstante cualquier lector de Tolkien sabrá reconocer los nombres cambiados, o al menos la mayoría.
El contexto de la historia es más o menos así: vemos la perspectiva de Umbror (Mordor), nación civilizada y avanzada tecnológicamente, la cual se vio arrastrada a una guerra con los pueblos de Occidente: Reinor, Marca y Pietror (Arnor, Rohan y Gondor, respectivamente), pueblos que confían en la magia y en la hechicería dirigida por los Elfos, y en especial por el Consejo de Magos (Gandrelf, Searuman, Radugast y dos magos azules de cuyos nombres no quiero acordarme).
Fue el cruel Gandrelf quien viendo la amenaza que representa la industria umbroriana frente a la magia, decide una “Solución final” a dicho problema, para lo cual se vale de ciertos “miralejos” (nada parecidos a las Palantiri) y un espejo mágico que está en Onirien en poder de los elfos (nada que ver con Lothlorien, por supuesto). El único que parece oponerse es el buen Searuman, por lo que los demás lo echan del consejo y Gandrelf queda como el líder, con los resultados que ya conocemos: Umbror pierde la Guerra del Anillo y es ocupada por el Reino Unido de Reinor y Pietror, con un tal Altagorn a la cabeza, esto hará que poco a poco Umbror abandone la industria y permanezca como un reino primitivo sometido a la magia. Uno de los puntos destacables es una excelente versión alterna de la muerte del Rey Brujo de Angmar.
Tocante a la trama, y aquí empiezan los spoilers para la gente quejumbrosa, ésta se divide en 4 partes: en la primera conocemos a nuestros protagonistas: el doctor Haladdin, nativo de Opar (Umbar) y el sargento Tserleg, de Umbror (Mordor), dos sobrevivientes de la colosal batalla de Torre Vigía (Minas Tirith, para los amigos), quienes por casualidad salvan al personaje que completa el trío: un tal Barón Tangorn, de Pietror (Gondor), que si bien pertenece al bando contrario, se une a ellos por cuestiones de lealtad.
La cosa es que, un buen día, al buen doctor Haladdin se le aparece un tal Sharia-Rana, el último miembro de la Orden de los Espectros, grandes hombres de ciencia y fe, que han ayudado al desarrollo de Umbror y han prolongado su vida, pero que ahora han caído todos en la Guerra del Anillo. Es precisamente el buen No-Nazgul de Sharia-Rana quien nos cuenta que la historia del Anillo Único es una farsa forjada por los Espectros y no tiene ningún poder, pero ahora, con el mundo industrial en peligro, decide encargarle a Haladdin una misión: destruir el mentado espejo mágico en No-Lothlorien, ya que con ello la magia quedaría eliminada del mundo para siempre, y Umbror (no-Mordor), sería libre.
Desafortunadamente el espejo sólo puede ser destruido en el Volcán de Fuego que se levanta en Umbror, así que Haladdin debe encontrar la manera de hacerlo. ¿Porqué Haladdin? Bueno, él como buen científico, es inmune a la magia, así sin más, sólo él puede ingeniar una solución.
Sharia-Rana además le entrega a Haladdin su anillo de Espectro, el cual tampoco tiene poderes mágicos, y se muere.
La segunda parte del libro empieza a cojear un poco: conocemos al Capitán Aramir y su esposa Ehowyn, quienes ahora son los Príncipes de Lunien (Ithilien), y deben una frágil lealtad al rey Altagorn. Altagorn se valió de un ejército de muertos vivientes para vencer en la batalla de Torre Vigía y acceder al trono (Ojo aquí, que Eskov se le adelantó a Pedro Jackson con eso de usar a los muertos en la batalla de Minas Tirith) y a Aramir lo puso como Principe títere de Lunien para así mantenerlo lejos del trono. Esta segunda parte trae un desvío de la trama, pues nuestros protagonistas dejan de lado su misión para participar en la liberación de Faramir (quise decir “Aramir”) de su encierro en Lunien.
La parte tres es definitivamente la más dolorosa de leer, no sé que clase de sustancia usó Yeskov para embrutecer su mente cuando escribió esta cosa, pero es que se siente tan, pero tan fuera de lugar, que en definitiva parece otro libro: es un thriller de espías donde vemos al Barón Tangorn enredarse en un enfrentamiento entre quién sabe cuántas facciones: que si la Policía Secreta de Umbror, que si el Ministerio de Asuntos Exteriores, redes secretas de espionaje de Altagorn, redes élficas, Inspectores de Policía, Agentes Secretos de todo tipo, el Departamento de Documentos Especiales, la Embajada de no-sé-donde… todos contra todos; es tan desesperante y caótico no tener en claro con qué facción juega cada personaje, además de que Eskov nos tira nombres de la nada y espera que ya sepamos quiénes son… todo este embrollo es para que al final Tangorn pueda entregar algo a los Elfos. Y por cierto, nuestro supuesto “héroe” Haladdin no aparece para nada.
Tristemente la tercera es la más larga de todas las secciones del libro, así que la cuarta parte tiene forzosamente que precipitar todos los acontecimientos: Haladdin llega al Volcán de Fuego y arroja algo, pero no el anillo que le dio Sharia-Rana, pues ese anillo resulta por demás insignificante en esta historia. Arrojando ese algo es con lo que se destruye la magia en el mundo (¿o no?). Por cierto, el plan de Haladdin incluye cierto elemento tecnológico volador, pero es algo que Haladdin no conocía cuando elaboró su plan. Se nota que está metido con calzador en la trama.
Finalmente hay un epílogo que intenta jugarle a la metanarrativa como Tolkien lo hizo con el Libro Rojo, nos dice qué fue de algunos personajes y en general cómo se desarrolló Midgard (la Tierra Media) luego de los eventos del relato. Dos puntos a destacar en este epílogo: uno es un chiste casi profético de Eskov, señalando la asfixiante corrección política que se vive en la industria del entretenimiento en la Tierra Media, como la que se vive actualmente en la vida real, y el otro es una suerte de ruptura de cuarta pared: Eskov critica al Señor de los Anillos y al Tolkien, y luego nos pide que si no nos gusta, no nos quejemos.
Es necesario mencionar las críticas que Eskov ha dirigido a Tolkien en algunos ensayos: lo tacha de mal escritor de cuentos infantiles y lo minimiza debido a su falta de realismo científico: para él Tolkien es un mal constructor de mundos fantásticos porque no sabe de metalurgia, geografía o tectónica de placas, algo que me resulta particularmente chocante y contrastante, especialmente cuando el último libro que me leí antes de El Ultimo Anillo, fueron los Cuentos desde el Reino Peligroso, en los que se incluye un extenso ensayo de Tolkien sobre los cuentos de hadas, y en los que por ejemplo, Tolkien señala la importancia, no del realismo científico, sino de la coherencia dentro de esta “construcción secundaria” que es la fantasía, con el ejemplo de que si queremos colocar un sol verde en un mundo de fantasía está bien, siempre y cuando sea coherente con las reglas del mundo fantástico que estamos creando. Pero a Eskov en sus ensayos eso no le importa, para él Tolkien es inferior porque no ha considerado la composición química de ese sol verde. Pff.
Puedo entender la irreverencia y la naturaleza paródica hacia Tolkien, a fin de cuentas también es una forma de homenaje, pero de eso a sentirse superior pues definitivamente no, dado que Eskov esta muy por debajo del Profesor Juan Ronaldo.
Para empezar, la escritura de Eskov es medianamente soportable, abusa constantemente de los largos soliloquios mentales de los personajes para avanzar la historia. La estructura de los capítulos parece estar determinada únicamente por la longitud de éstos y no por la estructura narrativa: podemos encontrar capítulos que empiezan con determinada trama, y al siguiente párrafo se cambian a otra subtrama, misma que continúa sin transición en el siguiente capítulo, sólo para volverse a cortar por otra trama. Un caos.
También hay que decir que hace retrospectivas sin previo aviso y regresa al presente igualmente sin avisar, de modo que en ocasiones no sabemos de qué personaje o evento se está hablando.
Eskov nos presenta personajes como si ya estuviéramos familiarizados con ellos, para, muchas páginas después, explicarnos su historia y sus motivaciones e incluso le da trasfondo a personajes con nulo impacto en la trama. Otros, como la esposa del doctor Haladdin, apenas si se mencionan, aunque la narrativa les dé cierta importancia.
Hablando de la esposa del doctor, llama la atención el rol que Yeskov da a las mujeres: algunas sólo son vientres, a otras mujeres sólo las presenta como meros objetos sexuales o de recompensa, y otras son presentadas como tontas.
A todo esto hay que sumar una traducción bastante insufrible al español: el traductor, quizá en un intento de parecer sofisticado, hace uso de muchas palabras poco conocidas, aún en el español de España, las cuales dificultan al lector hacerse una imagen mental de lo que ocurre. Además hay muchos términos que me imagino no pudieron ser traducidos literalmente del ruso y se dejaron tal cual en el libro, contribuyendo con un poco más de sufrimiento a la lectura. Creo que aquí el traductor pudo haber hecho un trabajo más amigable.
Dentro de los puntos positivos que puedo encontrar en el libro son las referencias a eventos de El Silmarillion y otras obras de Tolkien, y que un lector medianamente versado podrá detectar, lo que implica que al menos Eskov se ha leído bastante material adicional del legendarium tolkieniano (algo que también queda claro con todo ese argumento del sol verde). Desde luego, su crítica cínica a los regímenes totalitarios queda por demás patente en el libro, y por lo menos hay que reconocer la irreverencia y sarcasmo con la que trata al universo tolkieniano.
Version rusa |
Como curiosidades: dentro de los nombres que Eskov usa para llamar a ciudades de su propia invención están algunos de origen mexicano: Irapuato, Coalcomán (en Michoacán), o Guajapan (que podría ser Huajuapan de León, Oaxaca) y Tuanojato (posiblemente Guanajuato), y alguno de los personajes bebe tequila.
En general, el libro arranca con una premisa bastante prometedora: el viaje de Haladdin y el anillo que da título a la obra, con claros elementos tolkienianos, aunque hay más de Tolkien en las reseñas de El Ultimo Anillo que se encuentran en internet, que en el propio Último Anillo.
No obstante poco después Eskov manda todo eso al diablo metiendo una rebuscada y confusa novela de espías que resulta casi irrelevante, y el objetivo de toda esta subtrama pudo ser resuelto de manera más rápida y sencilla. El anillo que da titulo a la obra resulta irrelevante al final.
De hecho, mi impresión general de El Ultimo Anillo es que el libro empezó a escribirse como una novela de espías del siglo XX, a la que luego Eskov le agregó los elementos de El Señor de los Anillos aprovechándose del inminente tirón comercial que iban a generar las películas de Peter Jackson, pues para 1999 ya estaban en pre-producción (aunque algo me dice que a lo mejor el libro fue escrito después de las películas, por aquello del uso de los muertos vivientes).
Obra recomendada sólo para leer como mera curiosidad, siempre que se descargue libremente de internet y teniendo en cuenta los pocos méritos literarios que posee. No recomiendo gastar dinero en una edición en físico.
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