Chernobyl se ha vuelto ya un fenómeno de la cultura pop gracias a la serie de HBO, y mientras que algunos pueden darse el lujo (y el riesgo) de visitar la zona de exclusión, otros pocos son los que pueden ingresar al mismísimo sitio donde todo ocurrió.
He aquí algunas fotos, tomadas del flickr del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (EBRD por sus siglas en inglés), que fue el organismo que manejó el financiamiento para el nuevo domo (New Safe Confinement, NSD), mismo que fue finalizado en 2017.
Así se veía el reactor 4 durante su construcción. La enorme estructura circular es el sitio donde iban las barras de uranio y las de control, dentro de las ya infames guías de grafito, algunas de las cuales pueden distinguirse en la imagen.
El reactor mientras se le colocaban las tapas de concreto y metal. Las mismas tapas que Valeriy Perevoschenko vio levantarse violentamente el 26 de abril de 1986.
Así quedó el edificio del reactor 4 luego de la explosión. El propio reactor puede verse en medio, es la estructura circular que yace volteada en el centro del edificio.
El desecho más tóxico de la tierra. En los días subsecuentes al desastre el uranio dentro del nucleo del reactor se fundió con el grafito, el boro, los metales a su alrededor y el concreto, formando una capa de lava altamente radioactiva que se filtró a los niveles inferiores, amenazando incluso con alcanzar el suelo y los mantos acuíferos de la zona. A esta masa amorfa se le dio el nombre de "la pata de elefante", y al nuevo mineral asi formado se lo denominó chernobylita.
Aquí observamos parte de la terible labor que hicieron los liquidadores, construyendo el sarcófago, una enorme pared de concreto y metal, que pudiera encerrar el núcleo. La estructura fue hecha a toda prisa puesto que los trabajadores no podían estar mucho tiempo en el sitio, ni siquiera los vehículos remotos eran inmunes a las enormes cantidades de radiación que emitía el reactor dañado. Se esperaba que el sarcófago tuviera una vida de 30 años.
Es por ello que en 2017 se instaló en NSC, el gigantesco domo de plomo, que se construyó a unos cientos de metros del edificio, y luego fue deslizado hasta el lugar mediante potentes pistones. Aquí vemos el domo de plomo recién colocado encima del viejo sarcófago.
Así queda sellado el domo. Estar aquí, aún con todas las protecciones radiológicas, es sumamente peligroso: 12 minutos bastan para recibir la dosis de radiación permitida durante todo un año. Unas potentes gruas automatizadas llevarán a cabo la lenta tarea de desmantelar todos los restos y el reactor mismo, durante un periodo de 50 años, probablemente puedan recuperar incluso lo que quede de Valeriy Khodemchuk, el sujeto que quedó aplastado debajo del reactor cuando éste explotó.
Así luce en la actualidad la sala de turbinas. Aquellas que eran tan cruciales durante la fatídica prueba. Si el reactor se paraba de pronto, las turbinas deberían tener la suficiente potencia para seguir mandando electricidad a las bombas y mantener el reactor estable hasta que éste se reiniciara, o que los generadores de emergencia tomaran su lugar.
Trabajadores del EBRD en la sala de control del reactor 4. Aquí fue donde todo malió sal.
El reactor mientras se le colocaban las tapas de concreto y metal. Las mismas tapas que Valeriy Perevoschenko vio levantarse violentamente el 26 de abril de 1986.
Así quedó el edificio del reactor 4 luego de la explosión. El propio reactor puede verse en medio, es la estructura circular que yace volteada en el centro del edificio.
El desecho más tóxico de la tierra. En los días subsecuentes al desastre el uranio dentro del nucleo del reactor se fundió con el grafito, el boro, los metales a su alrededor y el concreto, formando una capa de lava altamente radioactiva que se filtró a los niveles inferiores, amenazando incluso con alcanzar el suelo y los mantos acuíferos de la zona. A esta masa amorfa se le dio el nombre de "la pata de elefante", y al nuevo mineral asi formado se lo denominó chernobylita.
Aquí observamos parte de la terible labor que hicieron los liquidadores, construyendo el sarcófago, una enorme pared de concreto y metal, que pudiera encerrar el núcleo. La estructura fue hecha a toda prisa puesto que los trabajadores no podían estar mucho tiempo en el sitio, ni siquiera los vehículos remotos eran inmunes a las enormes cantidades de radiación que emitía el reactor dañado. Se esperaba que el sarcófago tuviera una vida de 30 años.
Es por ello que en 2017 se instaló en NSC, el gigantesco domo de plomo, que se construyó a unos cientos de metros del edificio, y luego fue deslizado hasta el lugar mediante potentes pistones. Aquí vemos el domo de plomo recién colocado encima del viejo sarcófago.
Así queda sellado el domo. Estar aquí, aún con todas las protecciones radiológicas, es sumamente peligroso: 12 minutos bastan para recibir la dosis de radiación permitida durante todo un año. Unas potentes gruas automatizadas llevarán a cabo la lenta tarea de desmantelar todos los restos y el reactor mismo, durante un periodo de 50 años, probablemente puedan recuperar incluso lo que quede de Valeriy Khodemchuk, el sujeto que quedó aplastado debajo del reactor cuando éste explotó.
Así luce en la actualidad la sala de turbinas. Aquellas que eran tan cruciales durante la fatídica prueba. Si el reactor se paraba de pronto, las turbinas deberían tener la suficiente potencia para seguir mandando electricidad a las bombas y mantener el reactor estable hasta que éste se reiniciara, o que los generadores de emergencia tomaran su lugar.
Trabajadores del EBRD en la sala de control del reactor 4. Aquí fue donde todo malió sal.
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