Hace ya algún tiempo había llegado a mi atención esta pequeña novela ucrónica: Carlota y Maximiliano - La dinastía de los Habsburgo en México, del autor Adam J. Oderoll, del cual desconozco todo pero según puede verse, cuenta ya con un buen número de publicaciones sobre todo de corte histórico, y algunas de ellas son obras de ficción con una línea temporal alternativa, la mayoría de ellas se centran en la historia mexicana.
Una obra ucrónica es básicamente una en la que los hechos históricos sufren algún cambio y a partir de ahí se va construyendo una historia alterna a lo que ocurrió realidad, y no son nada nuevo: ya desde hace mucho tiempo tenemos muchas novelas al estilo de The Man in the High Castle, del tío Felipe Dick, o bien productos del entretenimiento como Volver al Futuro y su 1985 alterado y arremangado. Para los más neófitos, podría ser como el What If...? de Marvel, aunque no he visto nada de esa serie así que no puedo asegurar que el ejemplo sea del todo válido.
Carlota y Maximiliano, como denominaré a partir de este momento al libro para ahorrarme algunas líneas, surgió según el blog de Oderoll, como un intento de escribir una biografía sobre Maximiliano de Habsburgo, el Emperador del efímero Segundo Imperio Mexicano, para lo cual el autor compiló todo cuanto pudo en bibliografía sobre el austriaco y su esposa, pero al final perdió el interés por crear la biografía, y terminó preguntándose qué hubiera pasado si por alguna extraña razón los liberales hubieran perdido la guerra y Maximiliano se hubiera afianzado en el Imperio.
Así pues, la premisa básica del libro nos remota a Julio de 1866: Un inesperado ataque cardiaco termina con la vida del Presidente Benito Juárez, los diversos ejércitos liberales de desmoralizan y pierden la contienda, permitiendo al Emperador Maximiliano consolidar el Imperio, si bien quien realmente mueve todos los hilos es la Emperatriz Carlota, de modo que el Segundo Imperio toma una identidad propia mezclando las tradiciones de las monarquías europeas con elementos propios de las culturas indígenas mexicanas. Así, la Ciudad de México pasa a llamarse Aztlán y la descendencia de Carlota y Maximiliano aprenderá a hablar por igual en español, alemán o francés como en náhuatl o zapoteca. Incluso la figura de Benito Juárez es tratada con gran respeto por Maximiliano y sus sucesores.
De ahí la novela nos lleva por dos tramas que se alternan a lo largo de la obra: por un lado tenemos capítulos dedicados al devenir del Segundo Imperio Mexicano pasando por los diversos herederos del Emperador, llamado aquí Maximiliano I El Grande, dado que hizo de México un país que rivaliza con cualquier potencia europea, y se nos revela que hubo varios emperadores en lo sucesivo que llevaron su nombre, además de un Agustín II (desde luego, el primer Agustín no fue otro que Iturbide en 1822). Veremos a los emperadores mexicanos lidiar con eventos como las dos guerras mundiales, la Guerra Fría o el alzamiento de algunas figuras de la Revolución Mexicana (que en este libro nunca ocurrió, puesto que Porfirio Díaz nunca llegó al poder).
La otra trama nos lleva al presente, concretamente a 2017, el Imperio Mexicano es la única monarquía en el estricto sentido de la palabra que queda en el mundo, dado que el Emperador sigue ostentando el poder, es el único lugar donde la Casa de Habsburgo sigue reinando tras las guerras mundiales que devastaron Europa. Su territorio se extiende desde el Río Bravo hasta Panamá, pues las naciones centroamericanas se anexaron pacíficamente al Imperio Mexicano en busca de una estabilidad y desarrollo que no podían lograr por sí solas.
En el Imperio se goza de una calidad de vida envidiable, unos niveles mínimos de corrupción y pobreza, además de unos índices de respeto a los Derechos Humanos sin comparación en el planeta. México es una potencia económica y militar que incluso no teme a mostrar su poder frente a los estadounidenses, con quienes el Imperio se mantiene siempre en un estado de tensión que en cualquier momento podría desembocar en una guerra nuclear.
En esta segunda trama el protagonista es el Archiduque Fernando Carlos de Habsburgo y Lorena, joven de espíritu libre y relegado en la lista de sucesión al trono de México, si bien Fernando Carlos no tenía aspiraciones y sólo pensaba en dedicarse al arte, pero que debido a una serie de tragedias familiares, termina convirtiéndose en el flamante Emperador de México a sus apenas 22 años.
El nuevo monarca parece ser débil de carácter pero sorprende a todos con sus habilidades y capacidad para lidiar con crisis internas y externas: dentro de las amenazas de fuera encontraremos a cierto vejete payaso de peluca naranja que acaba de subir a la Presidencia de Estados Unidos y realiza las desagradables declaraciones que todos conocemos: construirá un muro entre ambos países y hará que sea México quien lo pague, pero si bien en la realidad México no pudo hacer nada mas que protestar ante las bravuconadas de Trump, en Carlota y Maximiliano los mexicanos encontrarán la manera de hacerle ver a la naranja molesta que México puede plantarles cara y hasta medirse al tú por tú en una guerra abierta.
Dentro de los enemigos internos nos vamos a encontrar con cierto agitador izquierdista, inculto, vociferante, abiertamente grosero y con delirios de grandeza, que según él representa al pueblo mexicano y sus deseos de tener una democracia, por supuesto con él como Presidente.
Claro que para nadie es secreto a qué actor real de la política mexicana representa este personaje, hasta el nombre suena muy parecido.
Por cierto hay aquí una pequeña curiosidad: Carlota y Maximiliano, escrito en 2017, resulta ser profético: el líder izquierdista megalómano que menciono organiza una "consulta ciudadana" a la que curiosamente sólo acude alrededor del 1% de la población mexicana. ¿Les suena ahora a qué payaso se refiere el libro?
Otra parte de la trama del "presente" es la de las andanzas de incógnito por parte de Fernando Carlos en los barrios bajos de Aztlán, donde desarrolla un romance con una joven chica de clase humilde.
Aquí es donde le voy a poner un punto negativo al autor, pues si bien es casi seguro que Adam Oderoll quiere mostrarnos dos facetas del protagonista, éstas se sienten muy disociadas entre sí: por un lado está el Emperador Fernando Carlos, implacable con sus adversarios y dotado de un genio que sorprende a los que no esperaban nada de él (de hecho el autor se lleva mis aplausos al escribir excelentes diálogos políticos y diplomáticos), y por otro lado está "Fer", el Emperador en sus aventurillas en las noches de Aztlán, el problema que yo le veo es que apenas hay transiciones que permitan conectar las dos facetas de protagonista, y creo que eso me limitó un poco a la hora de familiarizarme con el Emperador, siento que son dos personajes distintos.
Igualmente, la subtrama romántica es un tanto forzada y débil, especialmente su final, que haría sonrojar a cualquier director de telenovela mexicana.
El único otro demérito que le puedo poner al libro es su título, demasiado largo y poco atractivo desde un punto de vista comercial, después de todo Carlota y Maximiliano: La dinastía de los Habsburgo en México suena más como un ensayo histórico, además de que la novela, aunque menciona a Maximiliano y Carlota, se centra en Fernando Carlos y el Imperio de 2017.
Quizá un título más corto y más alusivo al imperio hipotético de la obra atraería a más lectores.
El atractivo de la novela, y por lo cual definitivamente la recomiendo, es esa línea temporal alternativa narrada en capítulos alternados con el presente, constituye un maravilloso recorrido plagado de numerosas referencias a personajes históricos y cómo se hubieran desenvuelto en otras circunstancias, además de que existen bastantes críticas (algunas serias, algunas divertidas) a todos los sistemas políticos pasados y presentes.
En general estamos frente a una obra ampliamente recomendable tanto para el amante de la historia mexicana como para el lector casual. Se puede adquirir en Amazon.
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